jueves, 10 de julio de 2014

LAS MIL Y UNA NOCHES

Y la princesa Sherezade esa noche narró al Sultán el cuento de Aladino y la adorable bailarina… 

(Aladino y la adorable bailarina)
 
A la noche siguiente roció la frente del Sultán con agua de rosas y musitó a su oído la historia de Alí Babá y los cuarenta ladrones…

(Los sultanes en Palacio)

Pero, un buen dia, la princesa Sherezade, harta de contar historias decidió consultar al hombre sabio de palacio.

Esa adicción a los cuentos es cosa de niños, tiene que madurar, cambiar de aires, dijo el hombre sabio. Debes pensar en una propuesta más sugestiva.

 

 La princesa Sherezade escuchó sus consejos y comprendió que tenía razón.


Reunió en el palacio a invitados provenientes del más remoto Oriente, de las arenas del desierto, del ardiente Paraíso, y pidió su colaboración para obsequiar al Sultán con una fiesta de ensueño. Los príncipes y princesas accedieron gustosos. Seda de la China, brocados de Persia, chales de Cachemira, tules del misterioso Catay, velos bañados en oro. Todo era poco para agasajar al gran dignatario. La fiesta duraría hasta el alba, sin dar tiempo al sultán para echar de menos los cuentos que todas las noches vertía sobre sus regios oídos la bella princesa.

 

(Las princesas)

 
  (Desde las arenas del desierto…)
  


(El Banquete)


 


El Sultán, ahíto de tanta pastela y delicias del desierto, quedó tan profundamente dormido que se olvidó de la cantinela de los cuentos y coronó a la bella Sherezade como sultana de sus amores.
  
(La Sultana de Sandulá)


(Una visita al Harem)






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